26.03.10, 10:03
Toda persona en este mundo es dirigida internamente por medio de dos fuerzas: la fuerza egoísta y la fuerza altruista. La fuerza egoísta atrae todo hacia su propio interior, como hacia el centro de la Creación, mientras que la fuerza altruista le permite otorgar hacia afuera, a otras personas.
A pesar de que esta fuerza se denomina altruista, es sabido que en los esquemas de este mundo puede obrar solamente de forma egoísta. Aunque yo otorgue a mi prójimo, lo hago con el fin de conseguir alguna ganancia para mí mismo, esperando un beneficio. No tengo ninguna posibilidad de otorgar sin alguna motivación, sin “combustible”, o sea, una compensación. Así está formado el hombre. Como una máquina que puede trabajar únicamente a base de un combustible egoísta; es decir, esperando ganancia y beneficio. No puedo trabajar como un motor eterno, sin recibir de afuera alguna energía y satisfacción. Debo recibir energía de afuera, ya que no soy como el sol que alumbra por su propia luz.
Sólo el Creador está originalmente dotado del atributo de otorgamiento, es Su naturaleza. Para que el creado pueda otorgar sin beneficio propio, debe recibir del Creador el combustible –la sensación de alteza del Creador. Esta es la única posibilidad de conseguir el atributo de otorgamiento –usar al Creador como origen de la energía que lo mueve todo.
Éste fue el problema de los comunistas, los socialistas, los kibutz y todos los estilos de altruistas, reparadores del mundo, que no entienden que en el hombre no hay energía con la verdadera intención de obrar con el fin de otorgar, que no tiene el combustible para realizar esta idea.
Nadie discute el hecho de que la vida sería más fácil y más cómoda si todos fuéramos altruistas. Todos están de acuerdo que sin esta corrección, la humanidad llegará a su destrucción. Pero no hay quien sepa cómo llevar esto a cabo… fuera de los cabalistas, ya que ellos tienen el acceso al origen de la energía.
Extracto de la clase sobre el periódico “HaUmá”, 25.03.2010